San Marcos 4: 26-29.

                                 “Decía además: así es el Reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa como porque de suyo lleva fruto la tierra primero hierba, luego espiga, después  grano lleno en la espiga; y cuando el fruto está maduro en seguida se mete la hoz, porque la siega a llegado”

 “Jesucristo nos está llamando a su mies”

Nos apremia también acudir a los campos sin cultivar. La tierra está lista para ser sembrada. Obreros se solicitan para ir, regar la tierra, sembrar la preciosa semilla y cuidar  de ella.

La misión de los setenta (70) misioneros que fueron enviados de dos en dos fue prolija en todo sentido. Fueron enviados por el propio diseñador del Plan Perfecto para la redención humana ante Dios, leamos:

                   “Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de Él a toda ciudad y lugar a donde Él había de ir. Y les decía: la mies a la verdad es mucha mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envié obreros a su mies.”

La “mies”; significa sencillamente: cosecha.

En la Biblia este término, se usa para informar, sobre la recolección de los frutos de la tierra. El Cristo, hizo referencia en varias ocasiones de esta palabra, para enseñar verdades espirituales.

No comprendemos a cabalidad el real proceso que lleva a la germinación, las semillas cuando están bajo tierra, una vez depositadas allí para el fin primordial que es cosechar los frutos deseados. Dice, que el sembrador se preocupa por preparar la tierra, sembrar la semilla, regarla; mas cuando éste se retira del campo, va a su casa a descansar, regresa al sembradío, cuida su trabajo, se retira nuevamente; en ese ínterin no nos damos por enterados, como se lleva el proceso de germinación debajo de los pocos centímetros de tierra en que fue dejada la preciosa semilla. Lógicamente, lo habremos aprendido de los maestros en nuestras aulas de estudio; pero ha sido una enseñanza teórica.

El trigo, es la fuente del pan diario. Esta pequeña planta nos da un alimento esencial en la dieta nutricional adecuada.

El pan es bendito por siempre; la humanidad lo consume en general. Todas las culturas y razas lo elaboran y consumen; de diferentes formas. Es por lo tanto el bendito producto final de la materia prima, que es el trigo.

          “El planeta, campo  
            Cultibable:

“Porque de suyo lleva fruto la tierra” el mundo, es el campo de cultivo. Este lugar está listo para ser sembrado; su fruto es cada ser humano que la habitamos. La semilla debe ser sembrada en nuestros corazones, que es la tierra cultivable.  La semilla debe morir (morir al pecado) para que germine a nueva vida; dijo Jesús:

  “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.”   San Juan 12:24.

“Primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga.” Nace la planta, eso sucede exactamente cuando recibimos al Señor Jesucristo en nuestra vida. 

Conforme nos inmiscuimos en sus verdades, el Espíritu Santo va dictando las directrices a seguir, las cuales nos llevarán a las sendas derechas para continuar avanzando por el camino correcto hacia Dios. Los frutos estarán a la vista, bajo la compasiva mirada del Creador, Él derramará sus Bendiciones conforme lo merezcamos. Dice el salmista:

                      “La tierra  dará su fruto; nos bendecirá Dios, el Dios nuestro.”  67: 6.

Se siembra la Palabra de Dios, que es uno de los componentes del Reino Celestial.

La semilla debe morir primero bajo la tierra, para dar el grano deseado. Pablo, el apóstol fiel nos enseña más a fondo:

  “Necio, lo que tu siembras no se vivifica, si no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano. Pero Dios le da el cuerpo como Él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo.” 1ª. Corintios 15: 36-38.

La anterior enseñanza, nos indica que Dios, a causa de Jesús y bajo la dirección del Espíritu Santo, es el que da el crecimiento a cada persona que pasa a ser hijo legítimo suyo al haber nacido de nuevo, ya que la Obra Redentora, el Nuevo Pacto: es exclusividad de Él. Al respecto se nos dice:

                        “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento.”   1ª. Corintios 3: 6,7.

  “Se necesitan ayudantes”

La mies es mucha, los obreros pocos. Somos los obreros de la mies de Dios. Debemos trabajar sin mezquindad, al igual que las colonias de abejas y hormigas, todas laboran  juntas para su superior. En conclusión y a causa de esta labor en equipo, todos saldremos beneficiados en el transcurso y para vida eterna.  

                        Jesús nos habla:

                           “Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega. Porque en esto es verdadero el dicho: uno es el que siembra y el otro es el que siega. Yo os he enviado a segar lo que vosotros  no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores.”  San Juan 4: 36-38.

                            “Y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado.”

La siega espiritual, esta llegando, personalmente en algunos casos y en común, cuando las profecías al respecto de levantar la cosecha de los escogidos por Dios, se lleve a su fiel cumplimiento. La opresión del diablo es fuerte en extremo. Cada día nos vemos en tribulación a causa del enemigo engañador, que procura con su malévola organización atípica, hacernos tropezar para caer en pecado. Rogamos a Dios, que el retorno de su Amado Hijo sea pronto; que la hoz sea echada, porque la mies esta a punto.

Anhelamos fervientemente, el cumplimiento de la profecía dada al profeta Joel:

                        “Echad la hoz, porque la mies está ya madura. Venid, descended, porque el lagar está lleno, rebosan las cubas; porque mucha es la maldad de ellos.”  3:13.

Nos fue enseñado entonces, que Dios es el que hace el milagro en la germinación de la semilla sembrada, el da el crecimiento y cosechará la siembra para su Reino. Nosotros debemos sembrar la semilla que es la Palabra de Dios, regarla y cuidarla con nuestras oraciones ante Él.

La Biblia, la Palabra de Dios escrita, contiene semillas para el sembrador:

 “Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; más volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.”  “El sembrador es el que siembra la Palabra.”  “Y éstos son los de junto al camino: en quienes se siembra la Palabra, pero después que la oyen, en seguida viene satanás, y quita la palabra que se sembró en sus corazones.”  “Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia.”  Salmo 126: 6; San Marcos 4:14; San Marcos 4:15 y 2ª. Corintios 9:10, respectivamente.

Jehová Dios les Bendiga, en el Nombre de Jesús.

José  A.  Rivera M.
Co-Editor.